Estos murales prehistóricos evocan una etapa y a la misteriosa cultura nómada que los creó.
La pintura rupestre, noción que podría traducirse como "la pintura realizada sobre las rocas", es una de las manifestaciones artísticas más remotas; una expresión espiritual que ha dejado su huella en todos los continentes, salvo la Antártida.
Aunque por lo general nos remitimos a los trabajos prehistóricos en cavernas en España, Francia y el norte de África, con ejemplos tan notables como Altamira y Lascaux, también tuvo su manifestación en India, China y Asia Central. En 1994 los arqueólogos descubrieron las más antiguas en la caverna Chauvet-Pont-d'Arc, en la localidad francesa de Ardeche, un fascinante conjunto de animales (felinos, rinocerontes, caballos, osos y mamuts) pintado hace 31.000 años.

Existen varias teorías sobre el significado de estas figuras trazadas con pigmentos naturales. Todas están vinculadas a la magia. El arqueólogo francés Henri Breuil (1877 - 1961), uno de los pioneros en el estudio de las cavernas, pensaba que la intención de los autores era propiciar la caza mediante una suerte de invocación gráfica. James David Lewis-Williams, profesor de arqueología en la Universidad del Witwatersrand en Johannesburgo, asegura que fueron creadas por chamanes del Paleolítico sumergidos en un trance que les revelaba escenas de cacería en las que conjuntos de hombres persiguen a una presa para procurar el sustento a sus comunidades. Aparte de su interés para comprender la evolución de la cultura, diversos artistas modernos, como el español Pablo Picasso, han celebrado y recuperado la pureza expresiva, la economía de medios y la capacidad de síntesis del arte rupestre.

Los casos mexicanos

En México hay diversos ejemplos relevantes, en zonas tan distantes entre sí como la península del Yucatán, Tepotzotlán (en el estado de México) y el noreste de Guanajuato, donde recientemente fueron identificados 3000 motivos pictóricos en 40 emplazamientos realizados por los cazadores y recolectores del primer milenio de nuestra era, quienes dejaron testimonios gráficos de sus rituales de paso, curación, petición de lluvias y culto a los cerros. En este conjunto de expresiones aún poco estudiadas en nuestro país por los arqueólogos (más interesados, en general, por las civilizaciones formales y bien establecidas), el caso sobresaliente debido a su riqueza visual y proporciones es el de las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco, en Baja California Sur, realizadas hace 4000 años.

Situada al oeste de Mulegé, (uno de los cinco municipios de Baja California Sur, en el extremo norte), la Sierra de San Francisco es un macizo montañoso que se extiende entre Guerrero Negro y San Ignacio y forma parte de la reserva de la biosfera de El Vizcaíno. Esta irregular cordillera volcánica se drena por cañones que dan origen a palmares y bosques de mezquites. Cerca de allí los frailes jesuitas establecieron la misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Huasinapi, la cual funcinó de 1720 hasta 1795, cuando fue abandonada.

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